jueves, 29 de octubre de 2015

La rubia y el ignorante asqueroso

Para llegar impunemente a ciertas alturas, hay que estar de "mochilero" en Salta, de noche, caminando al vacío, perdido por ignorante puro en un pueblo de no más de tres manzanas, una rubia borracha de ropaje excesivamente ostentoso grita con terrible desdén y desprecio "-Tenés que ser Coya, negro sucio-", y ahí mi oportunidad única de hacer justicia, ahí el ansiado momento de miles de trepar hasta la cima, plantar bandera, escupirle en la cara a la rubia todo lo que no sentí, porque solamente la deseé, más por su chetaje y por imaginármela con una voz gangosa pidiéndome que le diera más y más rico, al pasar, le pregunté dónde quedaba la calle en la que me hospedaba, y con una voz dulce, como encontrando un compañero rubión en tan negra noche Coya salteña, me orientó, y caminé sin vacilaciones, sin justicia, sin pudor, hacia mi dormir, aunque las letras, hoy, me devuelvan un tibio despertar.

No hay comentarios:

Publicar un comentario