martes, 29 de julio de 2014

Aquella noche de calle

De noche, en aquella curiosa calle, caminaba por la vereda como es debido. Alcancé a ver un taxi, fue soló durante algunos segundos, segundos que podría haber empleado para prestarle atención al gato negro que me observaba desde lo alto de un árbol en la vereda de enfrente, pero al taxi captó mi atención esa noche sin estrellas. Mientras el taxi me pasaba cerca, a una velocidad tranquila, sentí algo de miedo, tal vez su conductor, que no alcancé a ver, como tampoco al gato negro, sintió miedo al verme, tal vez sintió miedo al verme al mismo tiempo que yo sentía miedo notando la presencia de su vehículo, ambos sentimos miedo, compartiendo un mismo sentimiento en un mismo instante, y nunca podríamos hablar de eso con un mate de por medio y algunas risas que vendrían después. Rápidamente comprendí la motivación irracional de mi miedo hacía el vehículo, y mis oídos se detuvieron en la música de su radio, que se desprendía desgarrando a esos pobres parlantes que pedían una tregua, era música que está a la moda, yo sé que esos amables parlantes hubieran preferido abrazarse con la melodía de una trompeta, tocada por un negro que mientras transpira, deja atrás su atormentado pasado.
 Al mismo tiempo que se alejaba el taxi, un niño, pelo negro, buzo de dibujos animados, de algún monstruo verde, con ojos de rebeldía se acercaba hacía mí, de la mano con su amargado padre que ya no quería escucharlo. En un instante, formamos una perfecta línea horizontal los tres, caminando por la misma altura de la vereda, con nuestras sombras hermanadas en una sola más feliz, contenta y elegante, me embriagó la necesidad de posar mis manos en la cintura del padre, para que deje de lado su amargura y pose sus manos en la cintura de su hijo, armar un trensito, cantando alguna canción de las que nos enseñan de chicos, que tan feliz nos hicieron y pocas veces recordamos, se hubieran venido las sonrisas, tal vez luego de tal festivo acontecimiento hubiera podido tomar el mate que nunca tomaré con el conductor del taxi, y el padre podría contarme por qué hace tiempo dejó de sonreír.
 Pero deseché la posibilidad del trensito por miedo a que el padre me golpee, gritando que estoy loco y que quiero acosar a su hijo. Mientras nuestras sombras dejaban de ser hermanas y el niño gritaba: Argentina! Argentina! Imitando la voz de una hinchada, un coro que se siente ocasionalmente en festividades deportivas, Argentina! Argentina! Me alegraba el canto del niño, teniendo en cuenta que mis oídos venían de soportar aquella música de moda, proveniente de los desdichados parlantes del taxi.
 La soberbia tranquilidad de mis pasos, y el perfecto funcionamiento al que mis pensamientos llegaron aquella curiosa noche sin estrellas, en esa calle, donde todas las casas eran blancas, al comprender lo sucedido con el taxi, el trensito, las sombras hermanadas y el grito de Argentina! coincidieron con la alineación de mis astros y el cuidado de mi ángel guardián, para revelarme la incomodidad que me producía el ruido urbano en todo su esplendor, proveniente de una estruendosa avenida que se me acercaba, autos yendo y viniendo de aquí para allá con el apuro del tiempo, colectivos y humo por doquier para regalarle a nuestros pulmones, quienes parecen no sufrir lo suficiente ya con el tabaco. No escucho los pájaros, no escucho maullar el gato negro de la vereda de enfrente que no pude ver, ni el agua cayendo de una cascada, ni insectos zumbando en mis oídos, ni siquiera el grito de una madre que llama a su hijo a comer desde el balcón, después de que el nene haya estado jugando todo el día a la pelota con sus amigos.
 Aquella noche sin estrellas, en esa calle donde todas las casas eran blancas, no sólo hubo tiempo para descubrir el incómodo ruido, también hubo tiempo para la lluvia, que me empapaba sin molestarme en absoluto, aunque sí me molestaba mucho la luz roja, luces rojas insoportables de aquella ambulancia que se me acercaba a toda velocidad desde la ruidosa avenida, el enfermero, muy amable me subió al vehículo, fue allí cuando dejé de mojarme, en la comodidad del asiento trasero, a través del vidrio que lloraba gotas de lluvia, miré al padre con su hijo hablando con un doctor, también estaba el conductor del taxi y su macabra sonrisa, y todas las sombras, la mía, la del gato negro, la de las estrellas, la de las casas blancas, la del niño y su padre, la del fallido trensito, todas las sombras cobrando vida, sonriendo y cambiando de colores, felices al dejar de ser negras aunque sea por un rato, siempre entendí la tristeza de las sombras al no poder ser de otro color, ahora bailaban al compás de un concierto de tambores proveniente de algún circo que seguramente andaba cerca, mas felices y coloridas que nunca.
 No pude escuchar una madre llamando a su hijo a comer, tampoco el canto amable de unos pájaros, pero al menos en el transcurso del viaje hacia casa, el enfermero fue tan amable que me deleitó con un cd de jazz, Miles Davis, su trompeta y mi sonrisa al viajar en un auto con parlantes agradecidos, abandonando de una vez por todas aquella noche de calle.

jueves, 24 de julio de 2014

La hoja no volverá a su árbol

No era un mundo particularmente nuevo, de pequeño que ya conocía mis habilidades para que la sorpresa no sea un simple mérito del destino, mis pensamientos jugaban conmigo, al mismo tiempo que yo los cubría, los abrigaba, reíamos juntos, tomábamos algunos mates a la espera de que llegue la estación que tanto preferíamos, a ella le encantaba el invierno, a mí la primavera, y mientras esperábamos nuestras estaciones favoritas, ella me golpeaba en un brazo con la cabeza, fue un golpe inesperado, sin embargo me gustó, esos extraños sucesos fueron continuando quien sabe porqué, golpes aquí y allá, hasta que llegó el día que nuestro perro dejó de ladrar, dejamos de golpearnos,las nubes ya no volvieron a flotar como solían hacerlo y ella lo supo, yo lo supe, creo que sucedió al mismo tiempo que una hoja se soltó de su árbol y empezó a volar de izquierda a derecha, de derecha a izquierda, discutiendo con las leyes físicas, cambiando su color verde por uno más amarillento. 
Observando el dulce cambió de color de la hoja que nunca volvió a visitar a su árbol comprendí que ella ya no me amaba.

lunes, 21 de julio de 2014

Allí arriba, disfrutad artistas

Allí arriba

Esa nube es inmensa
¿Puedes verla?
está nublado, nubes que viajan
persiguen sueños
atrapan bailes
bellos artistas logran su cometido
juegan con el tiempo
el tiempo también juega con ellos
aprecian el rostro que aquella nube sabe mostrar
el alimento de la imaginación.

Nubes mostrando lo que sientes
todas para ti, diviértete
leyendas, seres mitológicos separados por un cáliz
un cáliz totémico, legendario
ardiendo ante el fuego
fuego, alimentado por odio
fuego, alimentado por amor
ambos seres, hermanos
hermanos en el aire
protectores de lo bello
nuestros ojos proyectando la elegancia
o, acaso será, la elegancia ante nosotros
ante nuestros ojos
de cualquier forma
agradecidos ojos.

Animales fantásticos, inexistentes para muchos
nubes, cielo
tú cielo
mí cielo
deleiten, aliméntenme
logren cobijar el rugido de la serpiente
aquella que busca alimentarse del pájaro
aquel que solo se divierte en el mundo de los cielos
como peces que lamentan no poder convivir en la tierra
pero quién piensa en lo que sienten allí abajo?
solo vemos la superficie, la corriente
desnúdate ante nosotros río, queremos cuidar tú secreto
desnúdate ante nosotros mar

sol, calor
nubes, frío
verano
invierno
mi cabeza.

miércoles, 16 de julio de 2014

Miércoles de suicidio, está decidido

Es miércoles para el hombre que en este momento, se encuentra en la cima de un edificio extremadamente alto, es de noche, las estrellas no brillan tanto como sí logran hacerlo las luces de la ciudad, es miércoles de suicidio para el hombre que perdió las ganas de vivir hace tiempo, hace tiempo que está cansado de llevarse puesto, desde la altura que le proporciona la edificación imagina lo terrible de lo que está por hacer, imágenes borrosas vuelan nerviosamente ante sus ojos, sufre, tiembla, le suda todo el cuerpo, mayormente en las manos y en las cienes caen densas gotas, cede ante la confusión escuchando el sonido que emiten desde que abandonan su cuerpo hasta que terminan ahogándose y desintegrándose en el sucio suelo de aquel edificio perdido, perdido por quienes ya no se acuerdan del desdichado hombre.
 Se desplaza hacia la cornisa arrastrando los pies, pocos metros que parecen triplicarse a casa paso, cuando alcanza la cornisa mira hacia abajo, poco es lo que ve, la vista está demasiado nublada para ver aunque sea alguna pizca de la calle con claridad, el fuerte viento no ayuda, sus ojos encuentran otro motivo para lagrimear, detiene sus pensamientos en el viento, odia el viento, siente vértigo, miedo, espera morir antes de impactar en el concreto, había pensado en la idea del revólver, desechada, quería saltar del edificio que lo vio sumergirse en lo que se había convertido, de repente se resbala, comienza la caída, puede volar, no está cayendo, está volando, se siente tranquilo, se desplaza armoniosamente, ahora puede ver con claridad, observa la ciudad, se deleita mientras siente su imponente belleza, mientras una sonrisa se le dibuja al ritmo de su majestuoso vuelo, suena el despertador, despierta sobresaltado, muy transpirado, sabe que es miércoles de suicidio, hace tiempo que está decidido, el sueño lo impulsó a convencerse de que en la caída podría sentir algo hermoso, comenzó a subir las escaleras con gran decisión, emocionado con la idea de que la muerte le obsequiaría aquella sonrisa soñada, aquel sentimiento de felicidad que lo embriagaría mientras sus ojos disfrutarían del paisaje de la ciudad que en este momento era tan solo gris y triste, se tira, espera sentir lo mismo que durante el sueño, nada, nada parecido sucede, muere.

Ginebra asesina en callejón

A ti te hablo cabrón
¿Te gusta tu traje caro verdad?
No te hagas el desentendido
deja de mirarte en las vidrieras
te ves lindo, infeliz
escucha como te desprecio idiota
no tengas miedo
aunque tal vez debieras tenerlo
tus billetes conmigo no te ayudarán
¿Y tus amigos?
Estarías a salvo si los tuvieras
oye estúpido! Escucha mi rabia
ya nada te salvará en este callejón
¿No te gusta la lluvia?
Ensucia la corbata que acabas de comprar verdad
mira mi ropa sucia, destrozada
no me importa la lluvia, también estoy pelado
maldito cabrón cuánto gastas en shampú
en tu hermoso reloj de oro, ¿Te gusta verlo brillar?
te sientes gran hombre, no lloras
te pudres por dentro imbécil
realmente estás jodido, esperemos..
esperemos que tu gran auto venga en tu ayuda
¿Qué pasa, no comprendes italiano?
¿De qué demonios ríes?
¿Piensas que estoy loco?
¿Piensas que quiero ser como tú?
Lindo jean azul hombre
lindo jean azul, tu hermosa mujer rubia lo adora
ella lo eligió
que lástima que se manche con tu sangre
tomaré un trago de ginebra antes de asesinarte.

viernes, 11 de julio de 2014

Bolsas azules

A Jorge no le gustan las bolsas azules, detesta las bolsas azules, no las rojas, no las verdes, las azules. Al verlas lanza gritos despavoridos, se estremece, pide por su mamá, llora, patalea, recuerda todo lo que no quiere recordar al sentirlas cerca, las bolsas azules lo persiguen, no tiene el valor para hacerles frente, no hay nada peor que pensar en sus temibles manijas plásticas, las bolsas azules parecen reproducirse en nombre del sometimiento, buscan atosigarlo, machacarlo, disfrutan arruinar la vida de Jorge, por eso nunca cesan en su embestida, en los colectivos, en los negocios, en los aviones, en la calle, hasta en su propia casa, disfrutan su dulce poder, poder que bolsas de otros colores no poseen, no son favorecidas con la existencia de seres parecidos a Jorge que les teman.
 Jorge debió adueñarse de todas las fabricas de bolsas del planeta para que nunca más las engendras azules persigan a nadie más, nunca lo permitiría, se lo había jurado, en nombre del hijo que todavía no había visto la luz, en nombre del bien de la humanidad, las odio, las detesto, estoy tan contento por haberlas eliminado por completo de la faz de la tierra, que feliz soy, en cambio, Romeo, su hijo ya nacido, llora todas las mañanas al levantarse, tiene pesadillas horribles, todos le echan la culpa a Jorge por la infelicidad de su hijo, el no conoce el origen de los males estrafalarios que aquejan al pobre Romeo.
 El mundo centra su mirada en el hombre más millonario del mundo, el empresario más exitoso de las últimas décadas, dueño del imperio de las bolsas.
 Su esposa no se cansa de decirle que es culpa de su maldita obsesión con las bolsas azules, la infelicidad del pobre Romeo, que llora porque ama las bolsas azules y no entiende cómo el mundo puede vivir sin ellas, Jorge no la escucha, piensa en cómo lograr que crezca la venta de bolsas que bajaron considerablemente en el último mes, se lo notifica asistente por celular, mientras su esposa le grita, mientras el se aleja de su esposa cada vez más, cada día más, ella ya no sabe como consolar a Romeo. Jorge está muy preocupado, debe reunirse con los miembros de la empresa para solucionar el enorme inconveniente financiero, empresa que algún día heredará su amado hijo, junto a los miembros del comité de emergencia llega a la conclusión de que tal vez el problema de la baja en las ventas se debe a que a la gente le gustan las bolsas azules, a pesar de su terror decide volver a crear bolsas azules, las ventas volvieron a subir, todos están contentos con el lanzamientos de las nuevas bolsas azules, menos Romeo, que ahora odia a las bolsas azules, mientras llora desconsolado en los brazos de su madre mirando a su padre hablando por celular con algún miembro de la empresa.

Discriminando pollos

Una estrella de rock no puede comer pollo con papas fritas, está escrito en todos los manuales del rock, pueden comer cualquier cosa, menos pollo con papas fritas, los pollos se sienten discriminados por las estrellas de rock, se sienten tristes por no agradarles, pero así son los manuales y quienes quieran ser estrellas de rock deben seguirlos al pie de la letra si quieren acostarse con muchas mujeres y ganar mucho dinero, nadie piensa en lo que sienten los pollos y si están tristes, y si lloran, y si quieren ser comidos por otros que no sean rockeros, y ni hablar de lo que sienten las papas.